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Jericho 3 (2/4)

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Amai-Kabocha's avatar
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Acerco unas pinzas metálicas a la esquirla de cristal incrustada en su dedo índice, estas se aferraron como garras a él, contuvo el aire antes de estirar, en sus oídos resonaban por medio de los auriculares conectados a su móvil; una canción retro en memoria de un músico que tuvo su momento de gloria en los noventa. No le presto demasiada atención. Estaba embelesada, terminando de curarse las heridas, en el comedor acomodada en el sofá y enfrente de ella una mesita. Encima había; un botiquín, una botella de alcohol, y varios apósitos de tiritas, que había gastado todas para cubrir sus dedos y rodillas, victimas de la salvajada de Jericho. Que pareció que dejo de perseguirle al abandonar la habitación. Debió de haberlo advertido antes, se preocupó tanto en alcanzar su sueño que se olvidó de lo que mas urgía. Ese problema fue creciendo y creciendo, convencida de que Jericho se quedaría de brazos cruzados, esperando su deseo. Bien, el duende se había cansado de esperar, y se lo demostró intentando atentar contra su vida. No cabía destacar que había piezas del rompecabezas que no le encajaban. Si la leyenda citaba que no podía matarla sin concederle el deseo, ¿Por qué acababa de intentar hacerlo? O ¿acaso no era cierta? No, tendría que serlo, con lo impaciente que se mostraba ya se la hubiera llevado al infierno. De cualquier manera, algo no cuadraba y tener de opción irse al infierno, no le resultaba un gratificante destino turístico. Tendría que pensar en algo antes de que Jericho, decidiera irrumpir su calma. 

Soltó un quejido, las garras plateadas arrancaron el vidrio. De su dedo brotaron varias gotas de sangre, Rebeca las lamió, queriendo parar su llanto. Uno perpetuo puesto por mucho que intentara apaciguarlas igual iban apareciendo. La herida apenas lucia imperceptible, pero la idea de ver aquella gota escarlata apareciendo de forma fortuita le disgustaba. Súbitamente, un silbido agudo procedente de los auriculares la aturdió. Se sacó uno de ellos de su oreja, el zumbido desapareció, y subsiguiente unos dedos llamaron a su puerta interpretando el sonido de estos: ¡toc,toc! Rebeca no despegó los ojos de la puerta, los golpes cesaron, conocía esa voz burlona, era Jericho. Estaba comenzando a torturarla.

No iba a quedarse ni loca, y que le volviera a atacar como paso en su habitación. Cogió el móvil y andando de puntillas escapo por la puerta que daba a la cocina atrancándola con una silla. Se le volvió a acelerar el pulso esta vez iba a ritmo de tambor. “Que no entrara, por favor”, suplicaba Rebeca en su cabeza.

Jericho apareció detrás de ella, percibiendo su miedo, le susurro:

―Muy astuto, así no podre entrar.

Rebeca soltó un grito y se fue al otro extremo de la cocina, justo detrás de la mesa, usando de escudo la silla por si se le acercaba.

―¡No des un paso más! - le grito Rebeca.

―Querida, tranquilízate y siéntate, haré una breve pausa a nuestro emocionante jueguecito.

Rebeca lo contempló ya no presentaban sus ojos ese color rojizo sino su verde característico, de modo que acepto su petición y Jericho la imito, sentándose en la silla opuesta a ella. ¿Haría una breve pausa? Eso significaba que no tardaría en volver a las andadas. Tendría que encontrar una solución, en el periodo de descanso, puede que la próxima vez no corriera tanta suerte y terminaría con un billete de ida sin retorno, al infierno. Pero, ¿Cuál? Jericho era un ser del cual desconocía su naturaleza, y contando la escasa información, solo la leyenda, que no resulto ser muy fiable. Mas el condenado deseo, que le había causado un sin fin de problemas. Se podría decir que no tenía nada en absoluto, ¿o sí? ¿Podría utilizar el deseo en su contra? Antes de pensar en utilizarlo, aclararía sus dudas.

―¿Cómo es que puedes matarme y antes, no?

―Se podría decir que no puedo lastimaros, pero si tenderos una trampa para que vos lo hagáis, yo como un buen caballero espere hasta que mi paciencia se agotó.

Entonces, lo que él hizo fue crear el ambiente propicio con el propósito de que tuviera un accidente. Seguro cerro la puerta de su habitación, para que no pudiera escapar, apago las luces para que sus sentidos se adormecieran, y rompió los cristales y tiro las cosas, para que se tropezara con alguna de ellas y acabara matándose ella misma.

―¿No sientes nada por la pobre gente que acudió a ti y asesinaste?

El duende se rio a plena carcajada, después miro a Rebeca y conteniendo la risa, dijo:

―¿Sentir? Por favor, mi querida Rebeca, si no siento ni el dolor voy a sentir compasión por gallinas de corral que esperan ser llevadas al matadero.

Rebeca prosiguió con su interrogatorio. Recién lo pensaba, no asimilaba la idea de que un duende llevara almas al infierno, a no ser que fuera una excepción.

―¿Eres un duende o un demonio?

―¿Duende? ¡Qué insulto! ¿Por qué siempre piensan que soy un duende?

Observó sus ropajes verdes y el trébol de su sombrero, se encogió de hombros y dijo de un tono poco convincente:

―Ni idea.

Lo más probable es que fuera un demonio y ¿Cómo se vence a un demonio? Fácil, siendo más lista que él. Más bien, tan fácil no seria, tendría que ingeniárselas, ser más perspicaz que él en el deseo. Cada deseo tiene su contraparte, era difícil imaginar uno en el quedara libre del infierno o de Jericho. ¿Él cumpliría cualquier deseo o podía echarse atrás?

De repente, la voz de un anciano la sacó de sus cavilaciones. A Rebeca casi le dio un infarto del susto. La señal de la emisora que estaba sintonizando volvió para su sorpresa. Pensó en apagarla, pero el locutor habló de un tema que le llamo la atención. Arthur el presentador, que tenía una voz rasposa y elocuente, habló sobre las practicas de los chamanes, un tema en particular estaba discutiendo. Los ojos de Rebeca se iluminaron, en su cabeza transformo y moldeo las palabras de Arthur. Dando forma a su deseo, el deseo que la salvara.

―Jericho, tengo tu deseo.

Él que estaba absorto en su reloj de bolsillo, aparto la vista de sus manecillas, alzo las cejas, y dijo:

―¿A qué se debe este cambio de parecer?

―He comprendido que no consigo nada rechazando tu oferta y me parece tentadora pero...

―¿Pero?

¡Bien! Lo tenía casi en el bolsillo. Aunque él lo ignoraba, Rebeca estaba poniendo un gran esfuerzo en controlar cada expresión de su rostro para sonar lo más convincente posible.

―No puedo fiarme de ti, de verdad lo deseo, pero ya no me inspiras confianza...

―¡¿Como podéis decir...?!― contesto ofendido.

Ella se cruzó de brazos, lo miro con severidad, y dijo:

―Intestaste matarme, si voy a pedirte el deseo quiero que me expliques el procedimiento.

―Por supuesto, solo me tenéis que decir vuestro deseo, yo hago...― Jericho continuo la frase chasqueando sus dedos― y deseo cumplido.

Le ilusionó poco el método. Era una locura, ¿y qué después pudiera abstenerse? Estaba apostando su vida en ello, no seria tan estúpida como para decirle el deseo y que después se llevara una fragante sorpresa.

―No me convence, quiero un medio físico del cuál me pueda asegurar que me cumplirás el deseo.

Jericho se acarició la barbilla, se mantuvo unos segundos pensativo, y concluyo:

―Comprendo, te lo concederé a la antigua, pero... ―dijo advirtiéndole con un gesto― tendrás que hacerlo en este mismo momento.

No debió de juzgar tan a la ligera aquella proposición, ni habían comenzado el proceso y ya la estaba poniendo entre la espada y la pared. Era un demonio “el rey del engaño”. Sino lo hacia ahora, no habría una segunda oportunidad y con el otro procedimiento seria imposible de engatusarlo ¡Argh, Mierda! Pese a que le disgustaba el método, se vio obligada a aceptar. Jericho castañeteó los dedos presentándose sobre la mesa una maleta de madera, grande y rectangular, estaba corroída en su mayoría y en el centro portaba una cerradura dorada en la que aun persistía su brillo. De esa antigüedad, saco un pergamino amarillento, este olía a azufre. “Recién salido del infierno”-pensó. Lo llevo hasta ella y prosiguió buscando con ímpetu en aquella caja durante un buen rato. Rebeca se estaba imaginando lo que seria, todo un clásico, escribir el deseo en el contrato. Pero en cuanto Jericho leyera lo que estaba escribiendo se lo arrancaría de las manos. ¿Qué haría? Improvisar y rezar porque le saliera bien.

Algo suave le tamborileo la mano, era una pluma negra, Jericho la había encontrado y estaba indicándole que la cogiera. La agarro y este sonrió lleno de satisfacción.

―Te explicaré el procedimiento, tienes que pincharte el dedo con esa maravillosa pluma y escribir el deseo con tu sangre en el pergamino, tranquila con una gota bastara, es una pluma mágica.

Trago saliva. Rebeca era lo bastante rápida manejando una pluma, esto lo aprendió gracias a que en su universidad un profesor incitó que probara el arte de la caligrafía. Sin embargo, su rapidez escribiendo no era lo suficiente para poder aventajar a un demonio. Estaba apunto de arriesgarse a tomar esa iniciativa cuando de nuevo, la herida de su dedo se abrió. ¡Lo qué faltaba!

―Vamos, pincharos o retiraré el contrato- le metió prisa Jericho.

Agacho la vista hacia su dedo, aún no estaba muy segura si de verdad le convenía hacerlo. No quería que le quitara el contrato. Así que fingió que se punzaba el dedo, utilizando ese mismo, sin llegar a rozar la pluma con la sangre. Por la postura en que encontraba era imposible que él sospechara. Luego, el demonio se incorporó y paseo dando vueltas en círculos a su alrededor acechándola como un buitre. Y ella se quedó inmóvil con una pluma en la mano y el pergamino delante y su deseo que le libraría del infierno en su cabeza. ¿Qué podría hacer? Tenía que ser discreta y que resultara convincente, si por alguna razón hacia algo llamativo lo echaría a perder ¡Claro! Le diría que la pluma no funcionaba, de esta forma, Jericho le aplazaría el deseo.

Trazo varios garabatos invisibles en el papel, y dijo:

―No escribe.

―Eso no puede ser.

Le mostró el dedo con el que según se había pinchado, se encogió de hombros, y dijo:

―Si, me pinche y nada, no escribe.

Jericho le arrebató la pluma de las manos y la probo sobre el pergamino, viendo que efectivamente no trazaba nada la boto contra el papel. Rebeca suspiró aliviada creyendo que se habría librado de hacerlo hasta que el demonio dijo:

―No os angusties, porto otra.

Esas palabras le martirizaron, quien pensaría que llevaba dos y más con la eternidad que se tardo en encontrar la otra. Jericho volvió a su asiento, abrió la maleta, la tapa estaba ocultando su vista de ella. La tapa, esa pueril tapa de madera escondió la cabeza de Jericho mientras rebuscaba la pluma. Esa magnifica tapa le estaba dando la oportunidad, era ahora o nunca. Recogió la pluma que desprecio el demonio, la baño con una gota de su lastimado dedo, apoyo la punta metálica en el pergamino y dirigió una mirada furtiva hacia él. No se había dado cuenta. La deslizo en el papel trazando: «Yo Rebeca», volvió a mirarlo, seguía ensimismado en su búsqueda apartando algo, en su interior, que sonaba igual que copas de cristal brindándose, siguió su labor: «Deseo que todo mal... » y paró, la respiración de Rebeca se aceleró al escuchar que el demonio injurió, levanto la mirada, estaba quejándose de que no encontraba la pluma. Bajo la vista y prosiguió; «que se dé en mí le suceda...» a partir de ahí los sucesos ocurrieron muy rápido; escucho el maletín cerrarse. ¡La encontré! -dijo el hombre victorioso, pero enseguida borro aquella sonrisa de su rostro, al ver que estaba escribiendo. Rebeca se esmeró en terminarlo lo más rápido que pudo, ni si quiera advirtió el bramido que se produjo, en el demonio: ¡Serás...! La mano de él se aproximó velozmente hacia ella pero cuando está tronó contra el papel Rebeca ya había formulado la última palabra.

El contrato se convirtió en una gran esfera de luz que revoloteo suponiéndose en el aire, recordándole a una luciérnaga, se encumbró cerca de Rebeca y terminó decidiéndose mortificar con aquel místico baile al demonio. Repitiendo las palabras exactas que ella escribió en el contrato hasta extinguirse: Yo Rebeca, deseo que todo mal que se dé en mí, le suceda a Jericho.

Comments1
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LaraLaHumana's avatar
¡SIIIIII! ¡Bravo, Rebeca! Eso fue muy ingenioso de tu parte. Que genial capítulo y una gran imaginación plasmada en brillantes palabras!